Una población creciente de estudiantes provenientes de los estratos económicos más bajos del Perú, que acceden a la educación superior mediante los fondos públicos de la beca 18, originan la necesidad de un pabellón adicional en el campus de la Universidad de Piura, que albergue aulas escalonadas, talleres y oficinas para docentes, para ser usados por distintas facultades.
El edificio se instala en un claro del bosque seco de 130 hectáreas que hoy yace rodeado por el tejido urbano de la ciudad de Piura. Una configuración compacta es el mejor medio para preservar los algarrobos existentes, y se propone una figura geométricamente pura (70 m x 70m) y orientada: los alzados Norte y Sur cuentan con parasoles verticales, mientras los más expuestos del levante y el poniente cuentan con celosías y espacios intermedios exteriores, asegurando la protección solar en una latitud intertropical.
Fotografía: © Cristobal Palma
La aproximación al proyecto tiene como objetivo el crear una atmósfera del aprendizaje, reconociendo los encuentros informales como los nuevos paisajes de la educación, estimulando el estudio y el intercambio de conocimientos fuera de las aulas.
Fotografía: © Cristobal Palma
Los nuevos espacios propuestos cobijan la vida estudiantil de la misma manera en que la ciudad compacta se relaciona con la inmensidad del desierto y de la misma manera que el campus, como vacío urbano, se relaciona con la ciudad: creando un mundo reconocible y a la vez inesperado. Del mismo modo que bajo el follaje aparentemente frondoso del bosque seco se esconde un desierto de arena y de sombra, el aulario esconde un mundo inesperado tras una aparente compacidad.
Fotografía: © Cristobal Palma
Al ingresar al aulario, la división entre interior y exterior es lograda únicamente por una condición espacial: el edificio prolonga el cobijo del bosque seco por medio de circulaciones abiertas y exteriores bajo la sombra. Así como en el Bosque Seco no predomina el algarrobo individual sobre el conjunto que constituye el bosque, la ambigüedad entre estar dentro de “un edificio” o “entre edificios” perdura a lo largo del trayecto que se toma hasta ingresar a un aula o taller. En realidad, un conjunto de 10 edificios independientes definen estos espacios de encuentro bajo una cubierta generosa que produce la sombra indispensable para lograr el confort en el clima caluroso y soleado del norte peruano.
Fotografía: © Cristobal Palma
La separación entre estos edificios asegura una correcta ventilación e iluminación de los espacios. Cada uno de ellos cuenta con su propia cubierta que se acerca a la de los otros, dejando ranuras por las cuales entra la luz evitando una incidencia solar directa en sus alzados interiores. Se accede a cada uno de ellos por una circulación generosa y fluida, unida por rampas y escaleras que crean un mundo para descubrir mediante múltiples recorridos, puntuados por áreas para descansar, estudiar, comer o charlar entre compañeros y docentes.
Fotografía: © Cristobal Palma
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