Compuesto por dos edificaciones y una pequeña estructura que hace las veces de garaje, el proyecto está situado en una parcela localizada en Trübbach Azmoos, Suiza. Con una clara fachada principal que vuelca hacia el jardín, en lugar de estar orientada hacia la calle, está enteramente construido en hormigón, material que se seleccionó más por sus cualidades estéticas que por motivos estructurales. A Peter Märkli le interesó por tratarse de un material pesado y de acabado rudo e imperfecto. También por razones estéticas decidió el arquitecto que las dos viviendas salvaran el desnivel de la parcela apoyando sobre una serie de columnas (su estrechamiento hacia la base hace que parezcan apoyadas sobre un plinto), descartando así la idea inicial: construir un pedestal sobre el que erguirlas, que habría restado armonía a la fachada.
En cuanto a la distribución de las viviendas, todas las estancias principales de la mayor se localizan a lo largo de la fachada principal. La planta baja consta de un salón comedor, cocina y una biblioteca, y en la primera planta se encuentran los cuatro dormitorios (los dos de los extremos son más pequeños porque, con la intención de crear mayor tensión en la fachada principal, se forzó que las ventanas estuvieran próximas a las esquinas de la vivienda y se descartó la posibilidad de colocarlas asimétricamente con respecto a la estancia). Los espacios de servicio se localizan en el pasillo, como piezas individuales según sus distintas funciones. En el caso de la vivienda menor la distribución cambia ligeramente. Su planta baja está organizada en tres zonas diferentes: el hall de entrada, el salón comedor y un núcleo de espacios de servicio.
Reflexiones
por Peter Märkli
He utilizado el hormigón de una forma muy basta, pero a mí me parece maravillosa aunque no sea perfecta. Elegí este material no por sus cualidades estructurales, sino por sus cualidades visuales. El hormigón parece duro. Tiene que parecer resistente. De este modo contrasta con el modernismo clásico en el que, a partir de los años 60, no hay muros monolíticos sino capeados de huecos.
El desnivel de la parcela nos llevó a discutir largo y tendido sobre los plintos. Yo no quería incluir un plinto en el proyecto, así que planteé una alternativa, una especie de ilusión: le di forma de ánfora a las columnas de la terraza de manera que, al estrecharse hacia la base, parecen descansar sobre un plinto. Son algo robustas porque la masa es crítica para la expresión arquitectónica. Sin las columnas, la fachada principal no funcionaría. No se trata de algo estructural sino óptico. Se trata de centrar la masa dentro de la fachada.
Cuando realicé este proyecto eran tiempos de postmodernismo, de aventura, de tener Las Vegas como ejemplo. Aunque yo no sabía realmente lo que era ser postmoderno. Yo siempre digo que estas dos casas fueron una manera primitiva de comenzar en esta profesión.
Textos publicados en la revista Arquitectura COAM nº 355 (2009)
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